lunes, 22 de agosto de 2016

LECTURA Y VIDA

A mí, de adolescente, me prohibieron las novelas

Juan José Millás firma esta serie, que se basa en los beneficios innumerables de la lectura y resulta un muy gozoso grito de viva a la literatura2

NICOLAS AZNÁREZ
A veces me llaman profesores de enseñanza media para que acuda a sus centros de trabajo e intente convencer a sus alumnos de que lean.
-¿De que lean qué? -pregunto.
-Cualquier cosa -dicen-. Novelas, por ejemplo.
A mí, de adolescente, me prohibieron las novelas. Las leía debajo de las sábanas, sujetando con los dientes la linterna con la que mi padre nos miraba la garganta cuando teníamos anginas. Mi padre no era médico: nos veía la garganta por vicio. Tampoco yo era un lector profesional. Me asomaba a la boca de los libros por una inclinación morbosa. Jamás pensé que esa actividad formara parte de mi educación, aunque más tarde comprendería que se empieza a leer por las mismas razones por las que se empieza a escribir: para comprender el mundo.
Iremos por partes, pero permítanme de entrada la afirmación de que el lector, como el escritor, nace del conflicto. Sin conflicto no hay escritura ni lectura. Leemos y escribimos porque algo no funciona entre el mundo y nosotros. El conflicto no desaparece al leer o al escribir, pero se atenúa de manera notable. Decía Blanchot que la página del libro (del libro literario, quiero decir, de la novela, del poema, del buen ensayo) tiene dos caras; en una se mira el escritor y en la otra el lector, aunque los dos buscan lo mismo: un espejo que les devuelva de sí y de la realidad una imagen menos fragmentada que aquella que sufren a diario. Tanto el uno como el otro, tanto el escritor como el lector, son bichos raros, personas difíciles que sufren desacuerdos graves con lo que les rodea. Y esos dos bichos raros se encuentran ahí, en el libro, que es también un lugar oscuro, un callejón, diríamos, allí es donde se encuentran.
El libro ha tenido siempre algo de callejón frecuentado por personas huidizas con tendencia, como decíamos, a la clandestinidad. Por eso, uno de los factores que más daño ha hecho a la lectura es el consenso respecto a sus virtudes. Cuando yo era pequeño, cuando yo era joven, la lectura no estaba muy bien vista. Los niños y los adolescentes lectores dábamos un poco de miedo a nuestros padres, a nuestros profesores. Ese miedo de los otros nos confirmaba que estábamos en el buen camino. Por haber, había incluso una lista, una bendita lista de libros prohibidos por el Vaticano, que eran, lógicamente, los que con más ansia buscábamos. Hoy, en cambio, todo el mundo asegura que leer es bueno. Lo dicen los padres, lo predican los profesores y lo corroboraría, si tuviéramos la oportunidad de preguntarle, el ministro del Interior. Con franqueza, si yo fuera adolescente, ni me acercaría a una actividad ensalzada por mis padres, por mis profesores y por el ministro del Interior. Me entregaría a los videojuegos, que producen aún mucha inquietud en las personas de orden.
Pero decía que me llaman a veces de los institutos de enseñanza media y yo acudo, no siempre con el mismo ánimo, para explicar a los jóvenes que la lectura es ya una de las pocas actividades transgresoras en una sociedad en la que prácticamente todo está permitido. O, peor aún, en una sociedad que es muy permisiva con lo que se debería prohibir y muy prohibitiva con lo que debería permitir. Les explico que los lunes por la mañana, cuando salgo a pasear por el parque cercano a mi domicilio, veo indefectiblemente rotos los cristales de una o dos marquesinas de autobús y tres o cuatro papeleras arrancadas de sus soportes. Son destrozos llevados a cabo durante el fin de semana por jóvenes que no son capaces de expresar su malestar de otro modo. Odian el sistema y apedrean por tanto los símbolos externos de ese sistema practicando un modo de delincuencia atenuada que les compensa momentáneamente del dolor de vivir en un mundo sin salida, sin horizonte moral o laboral, en un mundo loco.
Intento explicarles que lo que ellos toman como un acto de rebelión fortalece al sistema hasta extremos que no podrían ni imaginar. La sociedad, les explico, puede prescindir de otras personas, pero no de los delincuentes. "El delincuente -decía Octavio Paz en un ensayo de juventud -confirma la ley en el momento mismo de transgredirla". Les explico que cuando beben cuatro cervezas y arrancan de raíz ese semáforo con el que yo tropiezo el lunes por la mañana, están haciendo gratis algo por lo que les deberían pagar. Estoy convencido, les digo, de que si un día, de la noche a la mañana, desaparecieran los delincuentes, el Ministerio del Interior no tardaría ni 48 horas en convocar oposiciones para cubrir urgentemente todas esas vacantes.
El joven, pues, que el sábado por la noche se emborracha y que al amanecer, antes de regresar a casa, llena de silicona la ranura de un cajero automático para no irse a dormir sin haber contribuido a la liquidación del sistema, no sabe hasta qué punto está contribuyendo a reproducir lo que detesta. Ese chico no es peligroso; en realidad, es un funcionario que trabaja gratis para el sistema. Destroza el mobiliario urbano con el mismo gesto de rutina con el que el funcionario de Hacienda nos dice que volvamos mañana.
Cuando digo esto en institutos difíciles, aunque también en los de clase media, los chicos se quedan lógicamente sorprendidos. Les explico a continuación, porque así lo creo, que el joven verdaderamente peligroso es aquel que un viernes o un sábado por la noche se queda en casa leyendo Madame Bovary. Por lo general, no saben quién es madame Bovary, pero he comprobado les suena bien, por lo que no suelo cambiar de título.
Ese individuo que se queda a leer Madame Bovary, les aseguro, es una bomba. ¿Por qué?, noto que me preguntan con la mirada. Porque la realidad, les explico, está hecha de palabras, de modo que quien domina las palabras domina la realidad. Ellos dudan, claro, porque miran a su alrededor y no acaban de ver la relación entre la realidad y las palabras. Entonces les recuerdo el cuento aquel de Andersen, El rey desnudo, o El traje nuevo del emperador, según la traducción. Todos ustedes lo conocen. No me digan que no les resulta sorprendente el éxito de ese relato si consideramos que se narra en él la historia de un pueblo que ve vestido a un señor que va desnudo. Parece una historia inviable por inverosímil, pero lleva años cautivando a niños y a mayores de todas las nacionalidades. ¿Por qué?, me pregunto en voz alta delante de los alumnos a los que intento convencer de las bondades de la lectura. Pues porque lo que ocurre en ese cuento, respondo tras unos segundos de tensión teatral, es lo que nos ocurre cada día desde la noche a la mañana a todos y cada uno de nosotros: que salimos a la calle y vemos lo que nos dicen que veamos. Si la orden de ese día es ver al Rey vestido, lo veremos vestido, aunque vaya en pelotas. En otras palabras, vemos lo que esperamos ver. Y esto es así de simple y así de espectacular. Las palabras son generadoras de realidad. Y la ausencia de palabras también. Por eso invito siempre a los alumnos a preguntarse hasta qué punto es real la realidad.

miércoles, 7 de octubre de 2015

DÍA DE MUERTOS

Nos encontramos en una época del año en la cual los vivos festejamos el más allá. Aquella dimensión que cobija a los que ya no se encuentran con nosotros. Les damos de comer, los vamos a visitar al camposanto, sentimos que estamos a punto de cruzar esa línea invisible entre la vida y la muerte.

En estas fechas  salen a la luz supersticiones populares heredadas a lo largo de los siglos. Podemos sentir un ambiente tenebroso muchas veces, ya que nuestro sexto sentido se vuelve mas sensible ante situaciones y seres sobrenaturales.

Independientemente de nuestras creencias personales, la mayoría de las personas se siente atraída por el mundo de las emociones oscuras y de los miedos. Así, en nuestro parcial sobre la expresión escrita, vamos a practicar la habilidad comunicativa de saber escribir redactando un cuento fantástico de terror.

Esperamos que disfruten todas las actividades que hemos planeado para ustedes en este parcial. Aprenderemos a redactar la mínima unidad de información de un texto, el párrafo. Conoceremos sus características, los mecanismos de coherencia y los modos discursivos. Pondremos nuestras ideas en el papel utilizando todas las herramientas necesarias para que nuestro mensaje e ideas sean bien recibidas por nuestro lector. Les deseamos éxito en todas sus asignaturas.

viernes, 21 de agosto de 2015

BIENVENIDA

Apreciados estudiantes:


         Antes que nada quisiera agradecerles de corazón el habernos elegido como su escuela, su segundo hogar, su espacio de aprendizaje. Espero que se sientan muy cómodos y a gusto con las instalaciones, los docentes, los administrativos y todos los que conformamos la familia del CBTIS 120 "Emiliano Zapata Salazar". 

           Los profesores de la materia de Lectura, Expresión Oral y Escrita hemos elaborado este blog para que ustedes tengan un rincón digital de aprendizaje. Aquí encontrarán toda la información de la materia LEOyE 1, actividades, criterios de evaluación, contenidos, y lo más importante, las competencias que se irán construyendo con el paso del tiempo durante su aventura en el bachillerato.

            También tenemos una selección de lecturas para fomentar su interés en la literatura, una lista de blogs interesantes sobre diversos temas, archivos de la asignatura que los maestros irán agregando conforme se avance en los temas, videos con contenidos de cultura general que motiven el intercambio de ideas, y mucho más. 

            Gracias por elegirnos para acompañarte en tu proceso de aprendizaje, estamos seguros que todo lo que realicemos en este semestre favorecerá tus habilidades comunicativas: saber escuchar, saber hablar, saber escribir, saber leer. 

Nos vemos en el aula.

ATTE:
Docentes de Lectura, Expresión Oral y Escrita